Al Dr. Roberto Estrada Castañón, al editor, al dermatólogo comunitario, por su vasto legado

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Alexandro Bonifaz

Resumen

El alma de una revista es, sin lugar a duda, la de su editor, y cuando una lo pierde en funciones es una enorme merma por todo lo que implica. El Dr. Roberto Estrada Castañón ha fallecido, dejando tras de sí, un enorme legado bajo muchos puntos de vista; este editorial no pretende sustituir a su obituario, el que sin duda dará datos más enriquecedores y precisos, sólo aprovecha esta ventana que permite al lector un sencillo y profundo reconocimiento por su labor.

El Dr. Estrada, formado como dermatólogo en el Centro Dermatológico Pascua, y teniendo como profesores de la especialidad a una serie de personalidades, encabezadas por el Maestro Fernando Latapí, entendió muy rápidamente las diversas aristas que tiene una especialidad como la dermatología; después de su formación regresó a su natal Guerrero, sin duda uno de los estados con el mayor contraste que tiene México, y que él supo rápidamente entender y tratar que esta brecha fuese un poco menos profusa; trabajó durante muchos años en Acapulco, donde fue su centro de labores y para establecer su familia, de la que siempre ocupó un lugar tan importante. Desde mi punto de vista es uno de los personajes más equilibrados y eclécticos que he conocido. Trabajar en un lugar tan particular como ese puerto lo hizo ver que hay dos pieles, como las tiene México, la piel morena y bronceada a la que hay que cuidar, la que se expone de la costera hacia el mar, pero hay la otra, la que se forja diariamente por el trabajo del sol que cae a plomo, la de los cerros, la de “el renacimiento”. Él, pues, con su trabajo tanto privado como público tuvo los dos lados, dándole un conocimiento completo.

Fue profesor de muchos grupos de alumnos de medicina, que, desde la trinchera del pregrado, supo forjar a diversas generaciones en las que implantó su semilla del conocimiento dermatológico desde su base. El paciente que llega a diario desde los remotos recodos de la geografía guerrerense, del que trae muchos soles a cuestas para llegar, del que recorre la montaña y sus veredas, para mostrar una enfermedad avanzada y sin solución. Todo esto hizo que iniciara como un juego, lo que después se volvió toda una forma de vida, toda una forma de ayudar.

Pregona el dicho popular: “si la montaña no viene a ti, tú ve por la montaña”, y eso es lo que literalmente realizó; inició el desarrollo de lo que después se hizo como una subespecialidad (por no llamarla supra), la de la Dermatología comunitaria, así recorrió todos los caminos del inhóspito Guerrero, pasando por todas las veredas, valles y cerros, sorteado la dificultad, el peligro y el hambre. Él supo rápidamente inculcar este proyecto a su familia, quienes como un ente, como un cardumen que guarda la misma personalidad, han hecho una labor incalculable. Es así como los estudiantes de pregrado, los pasantes, los dermatólogos en formación y los ya formados se hicieron parte de este proyecto, se nutrió de gente de muchos lados, de muchos países. Cuando escribo la palabra “incalculable”, es así; uno no tiene idea de lo que logró hacer en pro del paciente, del más pobre, del más necesitado, lejos de los estereotipos. La dermatología internacional siempre lo reconoció y en múltiples foros él tuvo la oportunidad de mostrar esa nueva forma de hacer dermatología; hizo algunas comunicaciones, incluso una en la prestigiada revista Lancet.1,2,3

Estoy convencido de que la pérdida del Dr. Estrada a muchos nos dolerá profundamente, sin duda, buscaremos los mecanismos de sustitución o lo que siempre he pensado que “el tiempo es el mejor ungüento para la recuperación”; eso no me evita pensar en el paciente del campo, del que sólo tiene nada, del que la carencia es su pan de diario. De entre las muchas conversaciones que tuvimos, rescato una frase que lo hizo recapacitar sobre lo que estaban haciendo, dentro de una de las jornadas de diagnóstico en algún pueblito polvoriento y sucio de la costa, un paciente, ya entrado en años y después de esperar tranquilamente su consulta llegó y le dijo en su español atropellado: –la receta no cura–.

Así de simple y contundente su mensaje, y tan cierto, un papel con una serie de palabras que la gente no entiende da exactamente lo mismo que nada. Eso hizo que cambiara su labor, habría que conseguir medicamentos, asociarse con los hospitales que hicieran alguna cirugía o una ayuda más concreta y directa. Es justamente cuando pienso en ese paciente cubierto de la nada y repleto de todas las carencias, que es el que más lo extrañará. Pero Roberto, como buen profesor, como buen sembrador, dejó la semilla bien instalada en su familia directa, quienes comparten la misma especialidad y saben que el mejor recuerdo es seguir la labor iniciada por él. A partir de su obra comunitaria, muchos grupos la han copiado, qué gran alegría, eso me hace recordar aquella frase del pensador francés Juan Jacobo Rousseau: “benditos sean los que nos imitan, porque de ellos se corregirán nuestros errores…”, es así porque las nuevas escuelas de la dermatología comunitaria aquilatarán el conocimiento previo y lo harán mucho, mucho mejor.

La fotografía y la patología de la pobreza curiosamente dan un producto lleno de riqueza, constantemente uno ve a los ganadores de un concurso de fotografía triunfar con lo aniquilante de la necesidad, de la lacerante pobreza; lo mismo sucede con las enfermedades ahora llamadas neglectas o abandonadas, casi cualquier revista los puede recibir, pero no, el Dr. Estrada nunca tuvo ese objetivo, el de tener la mejor fotografía después de labor en el campo, ni acumular artículos científicos; su objetivo fue tan simple como difícil, el de solucionar la enfermedad que aqueja al pobre, de ayudarlo o por lo menos regresarle algo de dignidad.

Quienes conocimos y caminamos algunos tramos de vida con el Dr. Estrada lo extrañaremos, pero nos ha dejado un tatuaje en la memoria, de esos que no se borran nunca, de esos que marcan para toda la vida.

Con admiración y respeto.

Otoño, 2022

 

Detalles del artículo

Sección
Editorial
Biografía del autor/a

Alexandro Bonifaz, Servicio de Dermatología. Hospital General de México "Dr. Eduardo Liceaga"

Jefe de Departamento de Micología. Investigador titular de la SS. Investigador del SNI (Conacyt). Profesor de UNAM