La familia de Carlos IV (primera parte)
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Abstract
…una mancha en la familia, un signo de malignidad
La familia de Carlos IV es una pintura que forma parte de una serie de retratos reales iniciada por Goya en septiembre de 1799 que le valieron el nombramiento de primer pintor de cámara, premio máximo en la trayectoria oficial de un artista (Figura 1). Es un óleo sobre lienzo. Goya comenzó a trabajar en los bocetos –de los que el Museo del Prado conserva cinco– en la primavera de 1800. La versión definitiva la pintó entre julio de 1800 y junio de 1801. Perteneció a las colecciones privadas del Palacio Real de Madrid, donde aparece en el inventario de 1814. Pasó a formar parte del recién fundado Museo del Prado en 1824, por orden del rey Fernando VII, quien aparece retratado en el cuadro. Mide 280 cm de alto por 336 cm de ancho; se encuentra en exposición permanente en el Museo Nacional del Prado en Madrid.
Es un cuadro que representa a un grupo, lo cual era poco usual en España, salvo en pinturas religiosas, antes de la dinastía borbónica. El antecedente más reconocido de este tipo de pintura familiar es la obra Las meninas, que representa a la familia de Felipe IV, obra maestra del pintor del siglo de oro español Diego Velázquez, realizado en 1656, pintura emblemática del Museo del Prado.
Goya lo inició en mayo de 1800, cuando la familia real pasaba una temporada en el Palacio de Aranjuez. Entre mayo y julio realizó los bocetos con los retratos al natural de cada uno de los miembros de la familia real. Por deseo de la reina el pintor los retrató por separado, lo que evitó que todos juntos debieran posar durante largas y tediosas sesiones. En él aparecen ordenadamente todos los miembros de la familia real con intención de realzar la figura de la reina María Luisa, que ocupa el centro de la escena pasando un brazo maternalmente sobre los hombros de la infanta María Isabel. Goya retrató de izquierda a derecha al infante Carlos María Isidoro, a su lado Fernando, futuro rey de España; la infanta María Josefa de Borbón, hermana del rey, y enseguida una joven elegantemente vestida pero sin rostro, recurso empleado por Goya para representar a la futura esposa del príncipe de Asturias (Fernando VII) cuando ésta aún no había sido ni siquiera elegida; la infanta María Isabel, a su lado la reina María Luisa, el infante Francisco de Paula Antonio y, portando varias condecoraciones, el rey Carlos IV; enseguida el infante Antonio Pascual, hermano del rey, y a su lado una figura femenina de la que sólo se ve la cabeza de perfil, a quien se ha identificado como su esposa, la infanta María Amalia, fallecida dos años atrás, o como la hija mayor de los reyes, la infanta Carlota Joaquina, reina de Portugal, a la que Goya no tuvo ocasión de retratar por hallarse ausente de España desde hacía algunos años; en el extremo derecho Luis de Borbón-Parma y la infanta María Luisa Josefina y en sus brazos su hijo Carlos Luis. Atrás de Fernando, en forma subliminal, Goya incorpora su autorretrato.
El maestro muestra a los miembros de la familia real de pie, vestidos con lujosos ropajes de seda y abundantes joyas y condecoraciones, los varones con la Orden de Carlos III, el Toisón de Oro y la Orden de San Jenaro y las mujeres con la banda de la Orden de las Damas Nobles de la Reina María Luisa. El pintor pone en estos detalles todos los recursos de su maestría a fin de representar a la familia real en toda su dignidad, destacando a la vez el carácter bondadoso y sereno del monarca reinante. Al fondo se encuentran dos cuadros de autor y tema desconocidos.
Se evidencia el rigor inflexible en la representación de la fisonomía de los personajes, característica en la tradición del retrato español. Un detalle pictórico que evidencia la fidelidad que guarda Goya queda manifiesto en la representación de María Josefa de Borbón, situada detrás del príncipe de Asturias, futuro Fernando VII, que muestra una mancha pigmentada en la sien derecha que ha suscitado polémica en cuanto a su interpretación. Figura 2
María Josefa Carmela de Borbón (Gaeta, 6 de julio de 1744-Madrid, 8 de diciembre de 1801) fue princesa de Nápoles y Sicilia por nacimiento. Cuando su padre accedió al trono de España como Carlos III se convirtió en infanta de España. Nacida en el Reino de Nápoles, llegó a España con su familia en octubre de 1759, a la edad de quince años. Vivió primero en la corte de su padre y luego en la de su hermano Carlos IV, permaneciendo soltera hasta su fallecimiento. Fue el cuarto hijo de Carlos III, pero la primera en sobrevivir por encima de la edad de cinco años. Se le describe con una fisonomía poco agraciada, incluso con cifosis, lo cual dificultó que llegara a desposarse y terminó consagrando su vida a una estricta soltería.
Goya la representa a los 56 años, siendo el personaje de mayor edad, con la banda de la Orden de Damas Nobles, y sobre el pecho un borrón negro que corresponde al lazo de la insignia de la Cruz Estrellada. En la cabeza luce un tocado, a modo de turbante con una pluma de ave del paraíso, y se adorna con ricos pendientes. Lo más llamativo, y que ocupa el punto importante en la pintura, es la mancha oscura, semicircular y bien limitada, que ocupa la totalidad de la sien derecha.
En el Museo del Prado se exhibe otra representación de ella, realizada por Lorenzo Tiépolo, pintor veneciano, en 1763, pastel sobre papel, de 710 x 600 mm, que logra disimular la escasa belleza que los cronistas le atribuyen a la infanta. Su piel, a la edad de 17 años, se representa en perfectas condiciones (Figura 3), descartando algunas posibilidades diagnósticas, en relación con la imagen representada en su senectud, como la de un nevo melanocítico congénito.
Otras consideraciones diagnósticas en relación con la imagen pigmentada (no siendo factible precisarla como una dermatosis) han sido la de una queratosis seborreica, tumoración epidémica benigna o una lesión melanocítica del tipo de la melanosis precancerosa de Dubreuilh o peca melanótica de Hutchinson, dermatosis que pueden evolucionar a un melanoma lentigo maligno, o representar ya esta tumoración maligna, considerada la variedad de melanoma menos agresiva, más frecuente después de la sexta década de la vida, localizada en áreas expuestas a la luz solar, principalmente la cara. La lesión plasmada por Goya en el rostro de la infanta María Josefa pudiera clínicamente corresponder a esta neoplasia y hay quienes le atribuyen a esta lesión maligna su fallecimiento meses después de realizada la pintura.
Laurens P White, médico de San Francisco, California, publicó en 1995 un artículo titulado “What the artist sees and paints” en la revista Western Journal of Medicine, refiriendo: “Entre los años 1800 y 1802, Francisco de Goya pintó un gran retrato del grupo de la familia del Rey Carlos IV de España. Incluida en este grupo está la hermana del Rey, la Infanta María Josefa, de 56 años de edad. En su sien derecha se ve un tumor grande y negro, probablemente un melanoma, seguramente del tipo lentigo maligno. Se pueden ver los bordes elevados del tumor. Y es sabido que la infanta murió por causas desconocidas seis meses después de que la pintura hubiese sido acabada. Por diversas razones podemos especular sobre la causa de su muerte, pero no podemos afirmarla con certeza”. A lo que añadía el médico norteamericano: “Una de las razones por las que Goya es uno de los más grandes pintores del mundo es porque en sus retratos lo reflejaba todo, con tanta fidelidad, que era capaz de pintar un cáncer en una princesa real”.
Sin embargo, una revisión completa de la obra de Goya, y el análisis de su realización en un momento histórico determinado, da cabida a otras posibilidades diagnósticas más factibles, que analizaremos en la segunda parte.
Francisco José de Goya y Lucientes (Fuendetodos, 27 de marzo de 1746-Burdeos, 16 de abril de 1828) fue un pintor y grabador español. Su obra abarca la pintura de caballete y mural, el grabado y el dibujo. Su estilo evolucionó desde el rococó, pasando por el neoclasicismo, hasta el prerromanticismo, siempre con un rasgo subyacente de naturalismo. Su obra refleja el convulso periodo histórico en que vive. La obra de Goya incluye unos quinientos óleos y pinturas murales, además de cerca de trescientos aguafuertes y litografías y centenares de dibujos. La mayoría se conserva en el madrileño Museo del Prado, aunque también hay un buen número de obras en Francia, especialmente en el Museo del Louvre, así como en los de Agen, Bayona, Besançon, Castres, Lille y Estrasburgo.