Administración de dapsona en la lepra: una enfermedad milenaria y estigmatizada
Main Article Content
Abstract
He leído con sumo interés el artículo escrito por De Aguinaga et al.1 recientemente publicado en esta revista. En el que se destacan las múltiples aplicaciones antimicrobianas y antiinflamatorias de la dapsona (diaminodifenil-sulfona) en Dermatología. A partir de eso, motivado por el significado histórico de la lepra y el impacto negativo atribuido socialmente, esta carta tiene el principal objetivo de detallar su uso en este padecimiento clínico, ya que fue clave para comenzar a erradicar el concepto erróneo de incurable, que se le atribuía.
A través del tiempo, la “enfermedad de Hansen”, como también se le nombra en honor al médico descubridor del agente etiológico, ha sido diversamente clasificada de acuerdo con su ulterior estudio. Merece un interés distintivo por tratarse de una enfermedad milenaria y estigmatizada. En la actualidad, representa un problema de salud pública en países subdesarrollados porque su desconocimiento sigue vigente, incluso en el ámbito médico.2
La lepra es una enfermedad crónica que altera la calidad de vida de los pacientes afectados. En su momento, eran condenados al ostracismo, es decir, obligados a vivir apartados de la sociedad como castigo por ser considerados incurables. Hoy en día, se sabe que en realidad no se trata de una enfermedad especialmente contagiosa. Gracias al desarrollo de la dapsona como medicamento antileproso en 1940, se cimentaron las bases para tratarla y evitar las lesiones progresivas características.3
La dapsona tiene semejanza estructural con las sulfonamidas, los cuales son antibacterianos que datan de inicios del siglo pasado, anteriores a las penicilinas; por este hecho, son considerados como los primeros fármacos empleados para tratar infecciones bacterianas en el ser humano. De Aguinaga et al.1 nos comentan que la diaminodifenil-sulfona es un fármaco antiguo que se usa en la actualidad, pero de manera supervisada porque son comunes los eventos adversos. Como antimicrobiano, no se limita al tratamiento de la lepra, pero sí es el medicamento de elección.4
El proceso monoterapéutico con dapsona era de larga duración y los pacientes no mostraban un estricto apego a su consumo. Esto desencadenó que Mycobacterium leprae comenzara a mostrar resistencia. Para evitarlo, en la década de 1960, se añadió rifampicina y clofazimina, conformándose un esquema multimedicamentoso. Estas pautas estandarizadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), señaladas en el artículo, cambiaron por completo nuestra percepción de la enfermedad de Hansen que en la actualidad suele ser casi siempre curable.5
Antes de prescribir el fármaco, es necesario realizar una bioquímica completa del paciente con lepra. La literatura médica nos indica que los pacientes con un déficit enzimático de glucosa-6-fosfatodeshidrogenasa (G6PDH) son susceptibles de presentar efectos secundarios hematológicos como anemia hemolítica y metahemoglobinemia, debido a que esta enzima protege a los eritrocitos del daño oxidativo. Por lo anterior, se recomienda un monitoreo enzimático periódico cada 2-4 semanas.3,6
A manera de conclusión, se han documentado buenos resultados terapéuticos del uso de dapsona usado como monoterapia en múltiples enfermedades dermatológicas, así como en combinación con otros antimicrobianos para tratar las variantes clínicas de la lepra. Por su versatilidad, es menester que el dermatólogo conozca el fármaco y los probables efectos adversos que genera, con el fin de mejorar la calidad de vida de sus pacientes.6
Debe enfatizarse que la lepra es una enfermedad transmisible, pero curable. Con el reforzamiento de sus manifestaciones clínicas en universidades y hospitales, se contribuye a realizar un diagnóstico temprano y evitar la discapacidad que llega a ocasionar. No hay que temerla, porque como sabemos, se puede tratar. Por último, no dejar de brindar apoyo y estímulo constante a las personas que la padecen para que tengan un apego eficaz al tratamiento y se puedan derribar las barreras de la estigmatización social.