Autorretrato de Van Gogh (1887) y otros. Un ejemplo del síndrome de cara roja

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Ana Elena Guerrero Ponce
Nancy Rosas-Delgadillo
Alexandro Bonifaz

Abstract


ANTECEDENTES

Vincent Willem van Gogh, nacido el 30 de marzo de 1853 en Groot-Zundert, Países Bajos, fue el primer hijo del predicador evangélico Theodorus van Gogh y Anna Cornelia Carbentus. Su padre inculcó en sus hijos una estricta disciplina calvinista, que dejó una profunda influencia en Vincent durante toda su vida. Desde muy joven, Van Gogh se inclinó hacia el aislamiento y la introspección, mostrando una preocupación constante por lo trascendental y el verdadero propósito de la vida.1 Aunque produjo más de 2100 obras de arte en un periodo muy corto, Van Gogh es recordado como uno de los artistas más famosos y enigmáticos de la historia; sin embargo, su reconocimiento llegó tras su muerte. La vida de este pintor, cuyo carácter incomprensible ha sido ampliamente discutido, estuvo marcada por un profundo malestar emocional y una serie de problemas de salud física.2 Estas circunstancias han generado un amplio debate en diversas especialidades médicas como la psiquiatría, neurología, infectología y otorrinolaringología. La dermatología, en particular, no ha quedado al margen, ya que a través de sus múltiples autorretratos, 36 para ser exactos, es posible identificar características de la piel que podrían orientar hacia un diagnóstico de alguna enfermedad o síndrome cutáneo.2


DISCUSIÓN

El autorretrato de Van Gogh de 1887 es una pintura al óleo sobre cartón de 42.0 x 33.7 cm, se encuentra en el Instituto de Arte de Chicago como parte de la Colección Joseph Winterbotham. Figura 1


Sin duda, una de las características de la obra de Van Gogh son sus múltiples autorretratos que, en un análisis rápido y poco certero, harían parecer al pintor como un ególatra. Nada más lejano a la realidad, pues siempre buscó modelos que en la época solían cobrar, por lo que eran inaccesibles a su vida tan carente. Según los expertos son 36 autorretratos, se eliminó uno porque se trataba de su hermano Theo, pero detrás de su pintura Cabeza de mujer campesina los rayos X hicieron aparecer otro.


En 1887, mientras Van Gogh residía en París, comenzó a explorar las nuevas técnicas de pintura que emergían en ese periodo. Fue entonces cuando empezó a experimentar con el puntillismo, técnica predominantemente asociada con Georges Seurat y Paul Signac que consiste en aplicar diminutos puntos de color puro sobre el lienzo, que luego se integran en el ojo del espectador para crear la ilusión de colores mezclados.3 Sin embargo, nuestro pintor lo lleva más allá aplicando este método con mayor libertad y suavidad, lo que le da más energía.


Van Gogh se representa a sí mismo con una barba rojiza, tez clara y un abrigo en tonos marrón oscuro o granate. El fondo está formado por una serie de puntos de colores que generan un efecto vibrante y lleno de dinamismo, que contrastan notablemente con el tono más calmado y sereno de su cara. En su rostro vemos un eritema importante localizado en las mejillas y el dorso de la nariz, que nos orilla a pensar en diagnósticos diferenciales de una cara roja.


El diagnóstico de una cara roja se basa en el tiempo de evolución, forma de aparición, características del eritema y manifestaciones sistémicas que lo acompañan.4 El síndrome de cara roja se caracteriza por una dermatitis eritematosa causada por diferentes afecciones, como rosácea, fotosensibilidad, dermatitis seborreica, dermatitis de contacto, dermatitis atópica, psoriasis, lupus cutáneo e, incluso, el síndrome carcinoide, entre otros.5


El eritema visible en algunos autorretratos de Vincent van Gogh podría estar relacionado directamente con su fototipo de piel claro y la prolongada exposición solar a la que se sometía durante sus sesiones al aire libre.6 Van Gogh, conocido por su intensa dedicación a plasmar paisajes en diferentes condiciones de luz, pasaba largas horas bajo el sol, lo que podría haber provocado enrojecimiento de la piel, especialmente debido a la sensibilidad que suelen tener las personas con fototipos Fitzpatrick I y II a la radiación ultravioleta. Esta combinación de factores ambientales y su propio fototipo podrían explicar las tonalidades rojizas en su piel que se observan en algunas de sus obras.


Al analizar un poco más a fondo el tiempo de exposición al sol, vale la pena mencionar que comenzó a abordar el tema del paisaje en 1882, cuando aún residía en Holanda; representaba el mar, las dunas y los bosques utilizando tonos oscuros y apagados, propios de la tierra. En 1886, Van Gogh comenzó a pintar escenas de París utilizando colores más brillantes. Al año siguiente, en la primavera de 1887, empezó a usar tonos mucho más vivos con pinceladas rápidas y animadas, eso sólo fue el comienzo de su pasión por ilustrar campos de trigo, cipreses y olivos.6


De forma independiente al autorretrato citado y centro de esta comunicación, anexamos dos más que fueron pintados en 1888 en Arlés, uno con una fuerza de mirada, con su clásico sombrero de paja, señal del trabajo libre, del enfrentar el intenso sol del sur de Francia. Figura 2



Van Gogh nos ha permitido saber cada uno de sus pensamientos y sentimientos en la mayor parte de sus obras, gracias a la intensa relación epistolar que tuvo con su hermano Theo. En muchas de sus cartas narra minuciosamente sus estados de ánimo, adornado por maravillosos dibujos o bocetos.7 Figura 3



Así que uno puede sentir en muchas de sus descripciones su respirar, su inestabilidad, su gozo, su penumbra. Otro de los autorretratos poco conocido es El pintor en el camino a Tarascón, uno de los pocos que hace en su labor de pintor al aire libre, en el que se muestra de cuerpo completo y caminando con sus herramientas. Es un Van Gogh libre, con diálogo directo con el sol que acaricia su roja piel y la hace más bermeja e intensa. Figura 4



Este cuadro ha cobrado interés pues aparentemente fue robado en la segunda Guerra Mundial como parte de muchas de las obras pictóricas que Adolfo Hitler solicitó; hay que recordar que el Führer fue un pintor frustrado. La pérdida de ésta y otras obras al parecer se debió al incendio del Museo Kaiser-Friedrich por el bombardeo y es un enigma más de esta peculiar pintura.


CONCLUSIONES

Escogimos uno de los clásicos autorretratos de Van Gogh, como símbolo de la piel clara, sajona, rojiza. Piel que puede denotar una serie de padecimientos integrantes del síndrome de la cara roja. Es una pequeña ventana para asomarnos al vertiginoso mundo del “Rojo”, como lo apodaban sus propios compañeros pintores; esta contribución puede ser un excelente pretexto para sumergirse al mundo del neoimpresionismo, donde uno no sabe si le impacta más la obra, la vida misma del pintor o la conjunción de ambas.

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Arte