¿Son necesarios tantos congresos?
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Resumen
¿A qué congresos asistiremos este año? ¿Vas a ir a todos? ¿Cuál te interesa más? ¿Cuál es el más importante? ¿Cuál es el más interesante? ¿En la Ciudad de México, en algún estado o en el extranjero?
¡Necesito puntos para la recertificación! ¡Qué barbaridad! ¡Son demasiados congresos! ¡No se puede ir a todos! ¡Están muy caros y no encuentro patrocinio! ¡En mi hospital no me dan tantos permisos! Yo voy a todos los que puedo y aprovecho para pasear.
Éstas son algunas preguntas y sentencias frecuentes que escuchamos entre colegas de nuestra especialidad ante la amplísima oferta de cursos, simposios y congresos. La pregunta planteada desde otro punto de vista es: ¿Son realmente necesarios tantos congresos?
Veamos algunos de los pros y contras que plantean y generan los congresos y que nos conducen a hacer un equilibrio entre todos.
Es nuestra preocupación mantenernos al día, informados y a la vanguardia con la nueva información, ante la avalancha de los conocimientos científicos y tecnológicos. Para mantenernos en nuestra especialidad y ante la creciente competencia, necesitamos ese conocimiento en la actualización médica continua. Los congresos nos dan esa oportunidad tanto para especialistas jóvenes como para aquéllos que requieren reciclaje para actualizar sus conocimientos.
Por otro lado, la asistencia a congresos nos da puntaje para la recertificación por nuestro Consejo. ¡Perdón, la inscripción a los congresos! Muchos médicos se inscriben, asisten a algunas presentaciones y talleres de su interés, y no permanecen en el resto de las actividades académicas, utilizan ese tiempo para conocer la localidad sede, los alrededores o hacer otras actividades. No es criticable, es lo que todos hacemos en un momento dado. También para esto sirven los congresos. Actualmente resulta muy ventajoso el hecho de que muchas actividades puedan hacerse de manera híbrida, presencial y virtual. La modalidad virtual permite a muchos colegas mantenernos conectados y aprovechar el congreso a la distancia o, bien, mantenernos conectados mientras realizamos otras actividades, pero asegurando el puntaje que otorga el congreso.
A pesar de encontrarnos dentro del denominador común que es la Dermatología, la variedad es infinita. Los contenidos y objetivos de los cursos y congresos son muy diversos. Se ofrecen en diferentes niveles y para todos “los gustos” o intereses, desde los básicos hasta los de alta especialidad, y de todos los temas. Y también están los congresos “súper” especializados, por demás mucho muy interesantes, como de uñas, mucosas, los de tumores de acá o de allá, los de “inflamatorias”, los de una sola enfermedad, rejuvenecimiento, en fin, unos más taquilleros que otros y también unos más “de moda” que otros. Lo que es un hecho muy positivo es que los congresos permiten la reunión de especialistas con intereses en común en áreas específicas de la especialidad, lo que puede resultar muy enriquecedor.
No cabe duda de la influencia e inversión de la industria farmacéutica para realizar cada congreso o reunión. Los congresos representan una fuente de ingresos muy importante para las asociaciones dermatológicas y son punto de reu-nión para desarrollar negociaciones alrededor de la práctica dermatológica, lo cual es muy necesario. Continuamente las nuevas formulaciones o tecnología que se generan tienen que darse a conocer, colocarse en el “mercado” y su mejor escaparate son los congresos. Esto sucede a través de pláticas, simposios, talleres, stands comerciales y las conocidas pláticas patrocinadas por la industria dentro de los congresos. Pero así tiene que ser.
Es también un hecho el que muchos médicos, dermatólogos o no, se mantienen peligrosa e imprudentemente actualizados e informados a través de la visualización de los blogs de colegas que han sabido expandirse y promocionarse a través de ellos es lo de hoy. En favor de los congresos, estas actividades nunca alcanzarán el nivel de educación y actualización de un médico, jamás, pues no se dirigen a ellos ni es su objetivo, pero es una realidad que muchos compañeros, generales o de especialidad, hacen seguimiento a estas cuentas para “actualizarse”.
Ventajosamente, y debería ser prioridad, los congresos nos ponen en contacto con los profesores expertos y aprendemos de sus conocimientos, habilidades y expertise, definida como experiencia, pericia y experticia, o reconfirmamos los propios. Pero en ocasiones la calidad no es lo que esperamos: hemos escuchado en repetidas ocasiones a los profesores “todólogos” que aparentemente “dominan” todos los temas y los vemos en muchos foros hablando de temas muy variados, lo que nos hace dudar precisamente de su expertise. O a los dermatólogos que cada ocasión que intervienen presentan siempre el mismo tema, o también a jóvenes dermatólogos que, apoyados e impulsados por diferentes fuentes, preparan sus presentaciones con gran dedicación y entusiasmo, pero que carecen de la experiencia para hacer un equilibrio y poder llamarse expertos. Ya lo decía el Dr. Amado Saúl por ahí de 1990: para algunos, los congresos son “una feria de vanidades, preguntan, comentan, presentan trabajos sólo para hacerse notar”.
La importancia de los congresos también radica en favorecer la presentación de casos clínicos, trabajos libres, etc., en foros de residentes, que es una excelente forma de preparar a los especialistas incipientes en su camino profesional y, para muchos, en su camino hacia la maestría de la Dermatología.
Ni qué decir de los congresos como medios para socializar entre colegas y amigos, y eso es importante. Podemos encontrarnos con antiguas amistades y compañeros que de otra manera no veríamos físicamente.
De todos estos pros y contras, debe encontrarse un equilibrio. A estas alturas y con la recapitulación de todo lo que hay, valdría la pena replantearnos la pregunta con la que abrí este editorial: ¿Son realmente necesarios tantos congresos? ¿Tantas reuniones? ¿Por qué no se reúnen las agrupaciones académicas afines (sociedades, academias, colegios, etc.) para hacer un gran único congreso, o dos tal vez, o hasta tres, y no muchos pequeños y discretos? ¿Tan celosos somos unos de otros que no nos permitimos trabajar en conjunto? Lo hemos escuchado de voz de muchos compañeros: “¿Por qué hay tantísimos congresos? Deberían juntarse y hacer uno solo”. La expansión del conocimiento nos lleva a realizar muchos congresos dirigidos a intereses específicos. Cada vez se crean más agrupaciones relacionadas entre sí, pero, a la vez, más independientes unas de otras, y cada agrupación quiere sobresalir y hacer del suyo el mejor congreso del año, el más taquillero, el más famoso, el más visitado. Pensemos, y cada quien tendrá su respuesta… ¿son necesarios tantos congresos?