La señora Delicado de Imaz

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Pablo Campos Macías

Resumen

...un pincel en la mano magistral de un pintor, de un rostro poco agradable plasma un retrato digno de admirarse



La señora Delicado de Imaz es un óleo sobre lienzo, pintado en 1816 por Vicente López Portaña, sus dimensiones son de 109 cm de alto por 86 cm de ancho, legado por Enrique Puncel al Museo del Prado en 1953.


Es un retrato en el que se representa a una dama de aproximadamente 50 años, se desconocen más datos personales, salvo su apellido Delicado de Imaz, seguramente de su esposo; por las características que el pintor plasma de su vestimenta y joyería, se deduce que si bien no formaba parte de la nobleza, sí era parte de la clase aristocrática de la época.


Se encuentra la dama sentada en un sillón tapizado de verde, de cuyo soporte lateral cuelga una mantilla de colores muy vivos (Figura 1). Luce un vestido, con aspecto de terciopelo oscuro, cubriendo sus hombros una mantilla de blondas blancas. Llama la atención lo ostentoso de su joyería, el brazalete en su antebrazo y un anillo en la mano derecha que sostiene un abanico, la izquierda porta un guante blanco hasta el antebrazo y sujeta el otro. El peinado “a las tres potencias”, muy usado en el siglo XIX, sujeta el moño con un soberbio alfiler en forma de luna y estrella con incrustaciones de brillantes, haciendo juego con la cadena que adorna su frente, los pendientes y el broche del escote. Del cinturón del traje pende la cadena con un colgante redondo, en el que era habitual se guardara un pequeño recuerdo de un ser querido o un reloj. Un ventanal y un cortinaje de terciopelo rojo sirven de fondo al retrato.


Es evidente, por la belleza que plasma el autor en el retrato, su habilidad como artista, su rigurosidad para cumplir las expectativas de la dama que le solicitó su servicio.


El rostro de su modelo no es una representación de la delicada belleza femenina, tiene un aspecto adusto, una mirada lúgubre, de frente amplia y nariz prominente, resaltan sus cejas muy pobladas; es acentuada la pilosidad en el labio superior y la parte superior del mentón, ilustrando en forma subliminal la presencia de vello más evidente y abundante en el tercio inferior de sus mejillas. El aspecto poco atractivo de su rostro no puede ser disimulado por la belleza magistral y sublime que el autor plasma en su vestimenta y joyería, elementos que son evidencias de la calidad como retratista de Vicente López Portaña. El extraordinario verismo del que López hizo gala en toda su carrera, sin duda, hace de este espléndido retrato uno de los más representativos de su obra.


El punto de atención inicial del espectador al observar la obra, tal vez en forma injusta en relación con la majestuosidad del resto del retrato, se dirige al incremento de la pilosidad en el labio superior, mentón y mejillas (Figura 2) con un patrón francamente androgénico (masculino), evidenciando el diagnóstico de hirsutismo.



El pelo cubre casi toda la superficie de la piel, excepto las almas y las plantas, los labios, el ombligo y la tercera falange de los dedos de las manos. Habitualmente los folículos pilosos terminales, que se caracterizan por pelos grandes y gruesos, se desarrollan en la piel cabelluda, las axilas, el pubis y en el hombre, por una sensibilidad selectiva a las hormonas androgénicas (hormona sexual de predominio masculino), en el labio superior, las mejillas, el mentón, las areolas mamarias, el tórax, la línea media infraumbilical, las ingles, los muslos y la cara posterior del tórax.


El hirsutismo es definido por un incremento en el crecimiento de folículos pilosos terminales (pelo grueso), con distribución corporal propia del sexo masculino, en mujeres en edad premenopáusica. Posterior a la séptima década de la vida en las mujeres pueden aparecer pelos terminales en las mejillas, el labio superior y el mentón, como manifestaciones normales de la senectud.


Es una condición que habitualmente disminuye la autoestima de la persona, siendo el motivo de solicitar apoyo médico; existen formas idiopáticas en las que no se identifica el factor causal, pero la mayor parte de las veces se asocia con un problema hormonal subyacente, lo que obliga a un protocolo de estudio. Debe distinguirse de la hipertricosis, que se caracteriza por aumento de pelo en forma generalizada y es independiente de los andrógenos, habitualmente secundario a la administración de medicamentos, factores hereditarios u otras alteraciones metabólicas o trastornos no endocrinos.


El retrato de La señora Delicado de Imaz es el de una mujer con manifestaciones francamente androgénicas (masculinas) en su rostro, tanto en su fisonomía general como por la existencia de un hirsutismo, tan evidente, que atrapa la mirada del espectador, y que, en la mayor parte de las ocasiones, sin darse tiempo al análisis completo de la magistral obra pictórica de López Portaña, era calificada como “un retrato desagradable”. Quienes dedican un espacio de tiempo para contemplar en forma detallada el cuadro, no sólo en la majestuosidad de la vestimenta, joyería, entorno, sino incluso la fisonomía real de quien le solicitó plasmara su imagen en un óleo, quedarán extasiados de las magistrales manos de un artista que, jugando con los pinceles y colores, dejan evidencia en esta pintura, por qué fue considerado uno de los pintores más cotizados de su época entre la aristocracia y burguesía madrileña. Fue el sentido realista de sus retratos lo que hizo que Fernando VII lo nombrase Primer Pintor de Cámara.


Vicente López Portaña fue un pintor neoclásico, valenciano de nacimiento, educado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Tras permanecer en Madrid trece años, donde recibió la influencia de pintores como Francisco Bayeu, Mariano Salvador Maella y Mengs, regresó a Valencia en 1792, donde pintó Fernando VII con el hábito de la Orden de Carlos III y numerosos retratos de los jefes militares franceses que ocupaban España durante la guerra de la Independencia.


En 1826 realizó su obra más conocida, el Retrato del pintor Francisco de Goya, su contemporáneo, quien falleció dos años después, el 16 de abril de 1828, a los 82 años. En 1831 realizó el retrato Fernando VII con el hábito de la Orden del Toisón de Oro.


Muy hábil en el dibujo y en las texturas, se mantuvo activo y en plenas facultades hasta edad muy avanzada, dominando el retrato oficial madrileño durante décadas. Falleció el 22 de julio de 1850, siendo Primer Pintor de Cámara de Isabel II.


Sus hijos Bernardo y Luis fueron igualmente pintores.

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Arte